lunes, 18 de abril de 2016

ENTREVISTA REALIZADA A LA ESCRITORA MERCEDES MARTORELL (ÚLTIMA PARTE)

GQ: ¿Por qué para los populistas los culpables son siempre los ricos?
MM: Porque son sustitutos de los padres. Saramago, que era un populista de aúpa, afirmaba que el poder económico era el causante de todos los males, que el único poder real era el del dinero. Una famosa populista de izquierdas (la que afirmaba que nunca participaría en Podemos), afirmó que el capitalismo ha ocasionado muchas muertes. Un poder real, el único, según los populistas, que ocasiona todos los males, que ocasiona la muerte de muchas personas. ¿Están hablando de los ricos, o de los padres? Porque el poder real en una familia la establece el padre, la autoridad la ejerce porque es el que aporta el dinero, todo el dinero (mucho o poco, no importa), porque el padre mantiene a los hijos que lo deben obedecer. Y sí, efectivamente, los padres son los que ocasionan muchas muertes. Todas, para ser exactos.

GQ: ¿Los ataques tan furibundos de los populistas hacia los mercados, hacia el liberalismo, hacia los ricos, obedece a este resentimiento contra los padres del que usted habla?
MM: En efecto, es así. Es este resentimiento puro y duro contra los padres, que es reprimido por la conciencia, lo que se desfoga transfiriéndose a los sustitutos de los padres, para burlar la represión de la conciencia que quiere evitar la angustia que generaría decirles a los padres todas las barbaridades que los populistas les dicen a los ricos (y también a los políticos, por supuesto). Los llaman terroristas, los llaman criminales, el totalitarismo del mercado, los populistas querrían decirles todas estas majaderías a sus padres, pero la conciencia los reprime. Entonces, transfieren ese odio tan furibundo contra los padres hacia personas que se parecen a los padres: los ricos.

GQ: ¿En qué se parecen los ricos a los padres? ¿Qué similitudes hay, o ven, los populistas entre los padres y los ricos?
MM: El poder económico, la autoridad ejercida por el poder. Los hijos tienen que obedecer a sus padres porque les dan de comer, porque viven en las casas que los padres adquirieron con el sudor de su frente. En una familia, el poder real lo detenta el padre (aunque las tornas están cambiando, por culpa precisamente de la democracia), y ese poder es un poder económico que tanto odian los populistas, los comunistas. No hay mayor desilusión para un niño que comentarle que los Reyes Magos no existen; pues yo tengo que desilusionar a todos los populistas: el poder económico no existe, son los padres. Manifestando ese odio tan furibundo hacia los ricos, lo único que están demostrando los populistas es el tamaño del resentimiento que abrigan contra sus padres, amén del asco que sienten hacia sus propias vidas.

GQ: Ya que ha mencionado a los comunistas. ¿Qué opinión le merece Carlos Marx?
MM: Los padres de Carlos Marx eran burgueses, creo que no hace falta decir más.

GQ: ¿El marxismo es odio hacia los padres?
MM: Como le he dicho, los padres de Marx eran burgueses, su padre era un abogado que además poseía unos viñedos, su madre pertenecía a la alta burguesía neerlandesa. De hecho, uno primo de Marx fue uno de los fundadores de la Phillips, la empresa neerlandesa de productos eléctricos. El odio que Marx manifestaba hacia los burgueses era producido por el resentimiento neurótico que abrigaba hacia sus padres. Les atribuía a los burgueses todos los males de la humanidad, todas las desgracias habidas y por haber eran producidas por los burgueses. Marx afirmó que el establecimiento de la burguesía era el pecado original de la humanidad. Piense usted que Marx vivió en este “piélago de calamidades” (según Hamlet), porque sus padres lo engendraron por medio de la cópula fatídica. El marxismo es odio hacia los padres, resentimiento neurótico hacia los padres que se transfiere hacia todos los burgueses en general, para no personalizar, para no angustiarse demasiado. Para no reconocer que el problema principal que tenía Marx era el de todos los seres humanos: el malestar que origina el saber que vamos a morir. Ese malestar no va a desaparecer nunca, por más que se aniquile a la burguesía. A mí se me ocurren formas menos estólidas que el marxismo para acabar con la humanidad.

GQ: ¿El marxismo quiere acabar con la humanidad? ¿Por qué razón?
MM: Porque lo que pretende es acabar con los sustitutos de los padres, los primeros, los burgueses, la supuesta autoridad ejercida por el dinero. Pero después de esa esperpéntica dictadura del proletariado (madre mía, ¿y por qué no establecer una dictadura de los hijos sobre los padres?), Marx afirmaba que el nuevo hombre socialista (una quimera absurda), ya no necesitaría la autoridad de los políticos. Pues nada, hay que cargarse también a esos otros sustitutos de los padres que son los políticos. (Qué viva la anarquía. Olé tus huevos.) Pero el malestar no va a desaparecer, el nuevo hombre socialista y anárquico va a seguir sintiendo malestar consigo mismo, pues ese malestar es producido por la conciencia de la muerte. ¿Sabe usted cuál es la penúltima fase del marxismo?

GQ: No lo sé, usted me la va a decir.
MM: La penúltima fase del marxismo es acabar con los padres. Una vez que has aniquilado a los burgueses y los políticos (sustitutos de los padres), el nuevo hombre socialista no le quedará otro remedio que desfogar su resentimiento contra sus padres, ahora sí contra sus padres. Ya no se hará el tonto a lo Marx. Pero el malestar seguirá ahí, ese malestar no desaparecerá ni siquiera después de aniquilar a los padres, el malestar lo produce el saber que somos mortales. Por tanto, la última fase del marxismo es el suicidio. Como digo, se me ocurren formas más rápidas, más efectivas y menos estúpidas que el marxismo para acabar con la humanidad.

GQ: ¿Cómo se puede frenar el populismo? ¿Con dictaduras fascistas?
MM: No, al contrario. La razón de ser de muchos comunistas fue la lucha contra el fascismo. Yo supe de un comunista griego que luchaba contra los fascistas, contra la Dictadura de los Coroneles, y que acabó suicidándose cuando la dictadura se colapsó, cuando Grecia entró en la transición democrática. No, hay dos cosas que alimentan a los comunistas: su odio hacia los capitalistas, su lucha contra los fascistas. Populismos siempre van a existir, la plebe siempre buscará culpables que justifiquen el malestar que alberga contra sí misma, los ricos siempre serán odiados por los populistas que ven en ellos a sustitutos de sus padres. Lo mejor sería no hacerles ni puto caso. Porque existir seguirán existiendo, mientras continué el capitalismo. Yo siempre he tenido la impresión de que los marxistas no quieren que triunfe el comunismo, sino que fracase el capitalismo. Son como los aficionados acomplejados de un equipo chico de fútbol que disfrutan más las derrotas del equipo grande, del equipo ganador, que las pocas victorias de su propio equipo. Los populistas no quieren que triunfe el socialismo, sino que fracase el capitalismo. Por cuya razón, mientras exista el capitalismo, habrá populistas everywhere…

GQ: ¿Cuál es el mayor error de los populistas?
MM: Creer que el problema de la humanidad es la mala distribución de la riqueza, que es la fuente de todas las desgracias humanas. No, la riqueza, su buena o mala distribución, es una consecuencia, no una causa.

GQ: ¿Cuál es el mayor error de la democracia?
MM: No asumir la responsabilidad, mirar para otro lado, meter la cabeza en un agujero, como hacen los avestruces. Echarles la culpa de todo siempre a los políticos. La hipocresía. Engañarse a sí mismos. El acto más antidemocrático que existe es la procreación. Muchos han sido los intelectuales, como Bobbio, que han afirmado que la razón de ser de la democracia es evitar que se produzcan actos totalitarios, fascistas. Pues bien, la democracia debería abolir, en primera instancia, al acto más fascista que hay: la procreación.

GQ: Una última cuestión. Siempre que entrevisto a un escritor o a una escritora, le planteo la siguiente pregunta: ¿Qué haría usted para fomentar la lectura en los jóvenes de este país en el que se lee tan poco?
MM: Prohibirla.

GQ: ¿Prohibir, qué? ¿Prohibir la lectura?
MM: Sí, hay que prohibir la lectura de los clásicos. Creo que esa sería la fórmula mágica para fomentar la lectura.

GQ: ¿Es una broma?
MM: No, bueno, un poco sí. Es lo que se llama psicología inversa. Yo considero que se debería hacer un experimento sociológico, el cual consistiría en prohibir a los jóvenes de España la lectura de los clásicos. El gobierno debe anunciar que los jóvenes tendrán prohibido leer a Shakespeare, a Homero, a Horacio, a Virgilio, a Moliere, etcétera, etcétera; so pena de cárcel. Si lees a un clásico, de cabeza a chirona. Se establecerán penas de cárcel, de hasta un año, de acuerdo con la calidad de lo leído. A mayor calidad literaria, mayor será la pena de cárcel que se le imponga al infractor. Los jóvenes leerían ediciones clandestinas de los clásicos, por el morbo de averiguar por qué el gobierno prohíbe esa lectura (está comprobado que en las dictaduras se lee más que en las democracias). Yo le apuesto a que en diez años España tendría la juventud más culta del mundo.

GQ: Pues nada, habrá que proponerlo en el Congreso de Diputados. Mercedes, le agradezco mucho su presencia, e invito a todos nuestros radioyentes a que lean la nueva novela de Mercedes Martorell.
MM: Muchas gracias a vosotros. Ha sido un placer.

domingo, 27 de marzo de 2016

ENTREVISTA REALIZADA A LA ESCRITORA MERCEDES MARTORELL (SÉPTIMA PARTE)

GQ: Pero todos, o casi todos los dictadores han abusado del poder. Bobbio afirma que la democracia es la mejor forma de gobierno porque el que manda, el pueblo, no puede abusar sobre sí mismo.
MM: Sí, de acuerdo, pero sí puede abusar sobre los gobernantes, sí puede abusar y abusa del poder que tiene insultando a la autoridad. Cuántas veces hemos visto en una manifestación que se insulta a los políticos, a los policías que salvaguardan la seguridad de esa turba. El problema es que este abuso de poder de la plebe sobre la autoridad se permea, si no hay respeto por la autoridad, el padre le tendría miedo al hijo, los maestros a sus discípulos. Este mundo se irá a la mierda (con perdón).

GQ: Muchos filósofos siempre se han manifestado ex parte populi, es decir, a favor del pueblo. Sin embargo, usted se manifiesta ex parte principis, es decir, a favor del príncipe.

MM: Yo estoy a favor de la autoridad, del respeto por la autoridad.

GQ: Sin embargo, esa autoridad muchas veces ha abusado del poder que detenta. Han sido innumerables los dictadores que han torturado e incluso matado a los opositores a sus regímenes.
MM: ¿Cuál era el denominador común de todos esos dictadores?

GQ: ¿Que tenían ansias infinitas de poder?
MM: Sí, también, pero yo me refiero a que todos esos dictadores han sido hombres…

GQ: ¿Usted propone una dictadura de mujeres, es decir, una dictadura feminista?
MM: Sí, pero no sería una dictadura, sino una tiranía benévola, que es lo que yo propongo.

GQ: ¿Esa dictadura no sería tan cruel porque estaría formada por mujeres? ¿Feministas del mundo, uníos?
MM: Yo creo que no se trata de una disputa entre feminismo y machismo. Yo considero que las mujeres somos más aptas para gobernar, somos más capaces, porque tenemos algunas virtudes que los hombres no tienen.

GQ: ¿Cuáles son esas virtudes?
MM: Somos más ecuánimes, somos más empáticas, tenemos más inteligencia emocional que los hombres. Uno de los puntos clave de los que hemos hablado es el límite, yo considero que las mujeres tenemos una mayor capacidad para saber dónde está el límite, para no sobrepasarse de un lado a otro. Los hombres son más extremistas, nos han gobernado durante diez mil años en los cuales hemos pasado de un régimen totalitario, a otro que entraña un libertinaje absoluto. Como un péndulo que siempre está oscilando entre los extremos, sin posicionarse nunca en el centro, en el término medio. Ni tanto ni tan calvo. Yo considero que las mujeres sí tenemos la perspectiva y la empatía suficientes para saber dónde está el término medio, dónde está el límite, para saber cuándo debes tirar, y cuándo debes aflojar.

GQ: ¿Usted es feminista?
MM: No, tampoco considero que los hombres sean unos inútiles que no sirvan para nada. Han sido extraordinarios artistas, por ejemplo.

GQ: ¿Los hombres deben dedicarse al arte, y las mujeres a la política? ¿Es lo que usted propondría?
MM: No estaría mal, no. Aunque también hay mujeres que son grandes artistas. Accedo en que también hay hombres ecuánimes que pueden gobernar, aunque son más bien pocos. Casi todos son extremistas, maniqueos, o estás conmigo, o contra mí. Las mujeres somos más equilibradas, más equitativas.

GQ: ¿Usted ve tan necesaria la implantación de una dictadura femenina?
MM: Yo veo muy necesaria la implantación de una dictadura, más o menos fuerte, que nos salve de la democracia, de esta oclocracia del libertinaje, de este circo sectario que se ha montado.

GQ: Sus ideas resultan por demás impopulares, ¿no le preocupa?
MM: El populismo es una de las peores lacras que asolan en nuestros días.

GQ: Sin embargo, los partidos populistas están creciendo como la espuma. ¿A qué lo achaca usted?
MM: Sobre todo a la crisis económica y política, desde luego. La cuestión es que el populismo demuestra que estamos viviendo en una oclocracia, es decir, el gobierno de la plebe. Sale un tío a decir que no va a pagar la deuda pública, porque sí, porque le sale de las napias, y su popularidad crece como la espuma, en virtud de un discurso trasnochado y casposo en el que siempre hay un solo culpable de todas las desgracias: los ricos. Esto en psiquiatría se conoce como victimismo paranoide.

domingo, 13 de marzo de 2016

ENTREVISTA REALIZADA A LA ESCRITORA MERCEDES MARTORELL (SEXTA PARTE)

GQ: ¿No cree usted que se debe garantizar la libertad de los individuos, que es uno de los valores de la democracia, que el Estado debe propiciar la libertad del pueblo, como afirmaba el filósofo Spinoza?
MM: ¿Cuál considera usted que es la mayor privación de la libertad? ¿Cuál considera que es el mayor atentado contra la libertad?

GQ: No lo sé, usted dígamelo.

MM: Se lo voy a decir, claro. El mayor atentado contra la libertad, ésta debería ser otra acepción de engendrar. La cuestión es que este atentado debe realizarse siempre, se debe atentar contra la libertad todos los días, en aras de que la humanidad siga existiendo.

GQ: ¿Por esto es un antivalor la libertad, porque no permitiría que la especie siguiera existiendo?
MM: Es correcto, nuevamente ha dado usted en el clavo. Se atenta y se debe atentar siempre contra la libertad de la humanidad, en aras de que siga existiendo. El mayor “abuso” totalitario es engendrar a otra persona, es obligarla a nacer. Baudelaire se creía una forma, una idea, un ser, pero se vio obligado, según él, a vivir en esta fangosa Estigia llamada Tierra. Pues bien, quienes lo obligaron a descender del cielo azul a este “valle de lágrimas” fueron sus padres, nadie más. A todos nos obligaron a nacer, no tuvimos otra opción, no nos dieron a elegir, vivimos apresado en esta cárcel que es el Tiempo, vivimos apresados en este corredor de la muerte al que llamamos Tierra. No podemos escapar, no fuimos libres para decidir si queríamos nacer, o no. No olvidemos nunca que nacer es empezar a morir, y la mayor privación de la libertad es haber nacido.

GQ: Dice usted que no fuimos libres para decidir si queríamos nacer, el problema es que nadie puede serlo. A nadie se le puede preguntar si quiere nacer, o no.
MM: Sí, no le puedes preguntar nada a quien todavía no ha nacido. Tiene que nacer, crecer, y tal, pero entonces la pregunta de si querría nacer no sería absurda, sino lo siguiente. Por cuya razón, insisto, para que la humanidad siga existiendo, en aras de que esta especie del homo sapiens sapiens siga caminando por este corredor de la muerte al que llamamos mundo, se debe abolir la absurda Libertad, se deben quebrantar las ansias infinitas de libertad de los demócratas.

GQ: ¿A qué razón atribuye esas ansias infinitas de libertad que expresó el ex presidente Zapatero?
MM: Al nihilismo, al deseo de no estar apresado en este mundo, al deseo de escapar de este mundo, de este corredor de la muerte al que llamamos Tierra. Zapatero ha expresado, involuntariamente, el mayor peligro que implica la democracia: se podría vivir en la anarquía más absoluta, no obstante, esas ansias de libertad permanecerán, pues son infinitas. Coincido con Zapatero en esta cuestión: la razón de ser de los demócratas son las ansias infinitas de libertad. Lo que no nos dijo Zapatero, porque vive en la inopia, es por qué esas ansias son infinitas. Pues yo lo voy a decir: son infinitas, permanecerán insatisfechas siempre, debido a que la mayor libertad que se desea es imposible: la libertad de elegir la vida, y por ende: la muerte. Pero nadie puede elegir si quiere nacer. Esta libertad es imposible, por cuya razón los demócratas siempre tendrán ansias infinitas de libertad. En el fondo, lo que Zapatero expresó de los demócratas es el resentimiento que se acumula en contra de la vida, en contra de la procreación, que es la mayor privación de la libertad. Muchos de estos demócratas de postín, como Zapatero, nunca han sido apresados, nunca han sido privados de su libertad, por un secuestro largo (como el que le ocurrió a Cervantes, por ejemplo), sin embargo, tienen ansias infinitas de libertad, como si alguien les hubiese privado de la libertad de manera truculenta, violenta, terrible. Pues sí, quienes los privaron de su libertad fueron sus padres. Los demócratas como Zapatero tienen ansias infinitas de libertad, porque preferirían no haber nacido nunca en esta prisión que es el mundo.

GQ: ¿El mundo le parece una prisión?
MM: Sin duda lo es. El mundo está lleno de celdas, de mazmorras, de calabozos. Dinamarca es uno de los peores.

GQ: Tiene usted una visión muy pesimista de la vida, del mundo.
MM: Soy escritora de novela negra.

GQ: Sin embargo, me queda una inquietud sobre la democracia: es el único sistema de gobierno que nos permite decidir por nosotros mismos, es decir, que nadie decida por nosotros.
MM: Sí, por odio contra los padres.

GQ: ¿Por qué lo dice usted?
MM: Decidir quién nos gobierna es una chorrada, decidir a qué vamos a dedicarnos en nuestra vida, es decir, la profesión que vamos a ejercer el resto de nuestros días, es una chorrada, decidir con quién vamos a casarnos, es decir, con quién pasaremos el resto de nuestros días, es una chorrada. Todas estas decisiones son unas chorradas infantiloides comparadas con la mayor decisión de todas: nacer, o nacer. Esta es la madre de todas las decisiones, es el gran dilema. El ser o no ser de Hamlet también es una chorrada. El dilema sería nacer, o no nacer. Pero no existe tal dilema, no se puede siquiera plantear ese dilema, es imposible del todo. A una persona que no ha nacido no le puedes preguntar nada, absolutamente nada. Dos personas tienen que tomar esa decisión trascendental, la única importante. Y se echa de ver que es una decisión que no agrada a nadie, porque existe la democracia, porque precisamente la democracia es esa aberrante facultad de decidir quién te gobierna. Una facultad aberrante que se expresa con resentimiento, como lo hizo Zapatero. En el fondo, es una venganza por no haber podido elegir a nuestros padres, elegir dónde queríamos haber nacido, elegir si querríamos haber nacido, o no. La democracia es, pues, una venganza contra esa decisión que tomaron los padres de condenar a muerte a sus vástagos. Pero es una venganza estólida, porque quiere lo imposible, porque atenta contra la vida misma. La democracia nos llevará hacia el precipicio, hacia el colapso absoluto, que ocurrirá en la segunda mitad de este siglo veintiuno. Ya lo veréis, ya.

GQ: ¿Qué propone usted, que vivamos bajo una dictadura?
MM: Sí, bajo una dictadura liberal, bajo una tiranía benévola, que no abuse del poder.


domingo, 28 de febrero de 2016

ENTREVISTA REALIZADA A LA ESCRITORA MERCEDES MARTORELL (QUINTA PARTE)

GQ: ¿Qué estaba manifestando ese individuo con su deseo de matar al ministro Gallardón? ¿Discrepa usted de los que afirman que estaba haciendo uso de la libertad de expresión?
MM: Hay que poner un límite a la libertad de expresión. Insultar a una autoridad no es libertad, sino libertinaje. En última instancia, ese individuo, y los que son de su calaña, al manifestar su odio tan furibundo hacia un gobernante, al manifestar su obsesión de matar a un ministro, nos muestra el resentimiento tan grande que ha acumulado en contra de sus padres, resentimiento que es producido por el malestar contra sí mismo. Esos individuos antisistema que manifiestan su obsesión de matar políticos simplemente están expresando cuánto asco sienten de sus propias vidas.

GQ: ¿Hacia dónde nos llevará ese resentimiento mal encaminado?

MM: Hacia el precipicio, hacia el colapso. La cuestión es que en estos individuos antisistema el malestar contra sus propias vidas es tan grande, que es difícil reprimirlos. El problema no es esta minoría que está descontenta eternamente porque preferirían no haber nacido nunca. El problema es la mayoría, que no alberga un resentimiento tan grande como para matar a un político, pero sí lo suficiente como para mermar su poder, para vengarse de una forma menos violenta, pero que poco a poco nos va llevando hacia ese precipicio de la anarquía absoluta. El problema es que la inmensa mayoría mira para otro lado, esconde la cabeza dentro de la tierra como los avestruces. La democracia ocasionará el colapso poco a poco, pero lo ocasionará. Es una venganza contra los padres que va carcomiendo paulatinamente a la autoridad.

GQ: Sin embargo, la democracia es la mejor forma de gobierno, quizás la única, que nos permite luchar por la libertad, por la justicia. Tucídides afirmaba que sólo la democracia podría liberarnos de todas las injusticias. ¿Quiere usted abolir también estos valores que se han conseguido a costa de tanta sangre derramada?
MM: El que se haya derramado mucha sangre por alguna cosa, por alguna idea, por alguna religión, no debe importar demasiado, antes bien, hay que juzgar con mayor frialdad esa idea, esa religión. La sangre derramada por un individuo que ha dicho veinte mil patrañas en su vida, pero que es torturado y asesinado por esas patrañas, no hace verdaderas esas patrañas, ¿o sí? Yo no creo que la justicia ni la libertad sean valores, antes bien, considero que son antivalores.

GQ: ¿Por qué razón considera usted que la justicia y la libertad son antivalores? ¿Contra qué atentan para considerarlo como antivalores?
MM: Atentan contra la vida, ni más ni menos. Convengamos en una cosa: nada hay más injusto que haber nacido, nada más autoritario. A mí me causa un poco de gracia leer en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la definición de engendrar: dice que es reproducirse, propagar la especie. Pues bien, para mí una de las acepciones de engendrar debería ser: condenar a muerte.

GQ: ¿Todo individuo que nace está condenado a muerte? ¿No nacemos libres, como aseguraba Rousseau?
MM: Rousseau era tonto e ingenuo como un niño de pecho. El hombre no nace libre, este es uno de los más grandes despropósitos que se han dicho en la historia de la humanidad. Todos los seres humanos, desde el momento de nacer, estamos condenados a morir, vivimos una cuenta regresiva. El Tiempo es un corredor de la muerte, es un oscuro pasadizo subterráneo hacia la muerte, cada segundo que pasa nos acerca hacia el desenlace fatídico. Como le digo, una acepción de engendrar debería ser condenar a muerte.

GQ: ¿Es una acepción políticamente incorrecta, no cree usted?
MM: La verdad es políticamente incorrecta. Yo ya estoy harta de escuchar tantas ñoñerías que se dicen en nombre de la corrección política. Vamos a matar a la Verdad en aras de esa absurda corrección política. Sí, yo pienso que engendrar es condenar a muerte. Ahora bien, le he dicho que la justicia y la libertad me parecen antivalores, porque atentan contra la vida. En principio, debemos pensar que el afán de justicia muchas veces se confunde con la venganza.

GQ: ¿Usted es de las que piensan que la justicia es una venganza pura y dura?
MM: Yo lo que pienso es que nada hay más injusto que procrear. Dos personas condenan a muerte a una tercera que es totalmente inocente, que no ha hecho nada, que no ha perjudicado en nada a sus padres, ni a nadie, por la sencilla razón de que esa tercera persona no existe. No obstante, dos personas, impunemente, condenan a muerte a esa tercera persona que es la mar de inocente. ¿Alguien se ha querellado contra sus padres por haberlo engendrado?

GQ: ¿Usted cree que deberíamos denunciar a nuestros padres ante una comisaría por habernos engendrado?
MM: No, no estoy diciendo eso, antes bien, sería absurdo, sería una aberración pantagruélica que acabaría con la humanidad. Nadie engendraría a nadie, la humanidad se extinguiría, esto es lo contrario de lo que yo quiero, por cuya razón soy antidemócrata.

GQ: ¿Por qué cree usted, entonces, que para mucha gente, para la inmensa mayoría de las personas, la democracia es la medida de todas las cosas, es el mayor bien que hemos alcanzado?
MM: Porque, como dice Hamlet, este mundo es un manicomio, y una de sus locuras más grandes se llama democracia. Es una locura antinatura. Pensemos en una cosa, pensemos en toda esa gente, esos quijotes tontos del bote que han luchado contra las injusticias del mundo, pues bien, ya le digo que todos esos quijotes que luchan contra las injusticias se engañan a sí mismos. Si queremos abolir todas las injusticias, deberíamos empezar por abolir la mayor de todas, la madre de todas las injusticias: engendrar. Pues hemos convenido que engendrar es condenar a muerte a una persona inocente. Esta es la madre de todas las injusticias, sin embargo, siempre ha quedado impune, nadie ha metido a la cárcel, ni torturado ni mucho menos ahorcado a unos padres por haber engendrado a sus vástagos, a pesar de que, como le digo, la mayor injusticia de este mundo es traer a este mundo a una persona a la que nunca se le pidió su opinión, si quería nacer, o no. Pero esta injusticia, la mayor de todas, debe quedar impune siempre, en aras de que la especie se propague, en aras de que la humanidad pueda seguir multiplicándose deberá permanecer impune la mayor de las injusticias: procrear.

GQ: A ver si la entendí: ¿considera usted que la justicia es un antivalor, debido a que, según usted, la mayor injusticia, que es engendrar, debe permanecer impune? Es decir, ¿los que propugnan por acabar con las injusticias en realidad querrían acabar con la vida?
MM: Sí, en efecto, ha dado usted en el clavo. Los que luchan contra las injusticias del mundo, esos quijotes tontos del bote, en realidad querrían abolir la mayor injusticia: la que perpetraron sus padres al engendrarlos. Perseguir la justicia eternamente es un enfado contra la vida.

domingo, 14 de febrero de 2016

ENTREVISTA REALIZADA A LA ESCRITORA MERCEDES MARTORELL (CUARTA PARTE)

GQ: ¿Sectas en las que te lavan el cerebro?
MM: Sí, como digo, todos los partidos políticos se han convertido en sectas, con apoyo de lo que yo denomino los medios de desinformación. Los partidos políticos se han convertido en sectas que rechazan siempre las ideas de la oposición, cualesquiera que sean, aunque esas ideas sean buenas. Los partidos políticos se han convertido en sectas que apelan más a sentimentalismos demagógicos, al resentimiento contra las otras sectas. Ocurre sobre todo en la izquierda, como digo. Pero no es culpa de los políticos, la demagogia no es culpa de los políticos. La democracia es un circo, porque la gente quiere que la democracia sea un circo, con sus funambulistas, con sus payasos tontos, con sus faquires que se arrojan cuchillos, etcétera.
GQ: Este gobierno para la muchedumbre, este gobierno de sectas, como usted lo llama, ¿es lo que ha ocasionado el libertinaje del que usted nos advierte? ¿Por qué cree usted que la democracia es un circo? ¿Cuál es el problema más grave que podría derivar de esta descomposición de la democracia?
MM: Que parece que los políticos están para divertir a las masas, arrojándose los trastos unos a otros, parece que los políticos son los muñecos de feria, los muñecos del pimpampum de las muchedumbres, de las sectas de la oposición, de la prensa afín a las otras sectas. Esto es la democracia: un circo en el que ahora los políticos deben divertir a las masas, asistiendo a programas televisivos de humor, y tal. El problema es que se ha perdido el respeto a los políticos, por cuya razón se perpetran actos de vandalismo contra ellos en aras de la libertad.
GQ: ¿Cuáles actos de vandalismo?
MM: Por ejemplo, los que perpetraron los vándalos del 15M en Cataluña (en donde yo vivo, y créame que conozco muy bien a esos mamarrachos del 15M). Arrojaron piedras y latas a los políticos. La policía apresó a algunos de esos vándalos, pero un juez los absolvió, aduciendo que estaban ejerciendo la libertad de expresión. Agredir a un político nunca debe considerarse libertad, por vida mía. Es un acto de vandalismo, de libertinaje absoluto. El límite lo hemos pasado claramente.
GQ: ¿El límite lo pondría usted en nuestra generación, en la forma que teníamos de relacionarnos con la autoridad?
MM: Exacto, el límite lo alcanzamos nosotros, nuestra generación. Respetábamos a la autoridad, a los padres, a los profesores, a los políticos, pero sin tenerles miedo. Mis padres nunca me pegaron, ni mis profesores, pero les tenía respeto. Ahora ya no se respeta la autoridad. Muchos padres les advierten a sus hijos que están castigados, porque perpetraron una trastada, pero los hijos adolescentes se ríen de ellos, se burlan de sus padres, no les hacen ni puñetero caso (con perdón). Esto es por culpa de la democracia. La falta de respeto hacia los políticos se ha permeado hacia la sociedad entera. Los adolescentes son muy permeables, se dan cuenta que no hay respeto por los políticos, por cuya razón ellos tampoco respetan a sus padres, a sus profesores. El libertinaje de la oclocracia.
GQ: ¿Puede profundizar en ese concepto de la democracia que acaba de señalar? ¿Por qué el pueblo quiere vengarse de la autoridad de los padres?
MM: Porque la madre de todas las injusticias, porque la madre de todos los abusos totalitarios, porque la madre de todas las desgracias humanas es la procreación. Según el brillante psiquiatra Daniel Rosenbaum, desde que el hombre tiene conciencia de la muerte comienza a generar malestar contra sí mismo, ese malestar es cebado por el miedo, por la angustia hacia la muerte, por la impotencia ante el infinito abrumador, por las frustraciones intrínsecas de la vida. Este malestar larvado se convierte en resentimiento neurótico contra la vida misma, y por ende, contra los padres. El hombre no puede desfogar este resentimiento contra los padres, no puede vengarse (a pesar de que sabe que va a morir por culpa de los padres), porque sería la mar de angustiante. Este resentimiento genera una neurosis. Se trata, pues, de un resentimiento neurótico que la conciencia debe reprimir, porque generaría pulsiones destructivas contra los padres, y también pulsiones autodestructivas. La conciencia no permite que matemos a nuestros padres por venganza. No obstante, ese resentimiento neurótico contra los padres permanece latente, larvado, necesita desfogarse transfiriéndose hacia sustitutos de los padres: los políticos.
GQ: Vamos a ver si la entiendo: lo que dice usted es que el hombre quiere matar a su padre por venganza, no para acostarse con su madre, como afirmaba Freud, sino por venganza por el mero hecho de haber sido engendrado. Lo que usted dice es terrible…
MM: La verdad suele ser terrible. Nietzsche preguntó cuánta dosis de verdad puede soportar el hombre. Poca, muy poca. Pero es la verdad. El doctor Rosenbaum le enmienda la plana a Freud, utilizando precisamente la teoría de Nietzsche sobre la hostilidad hacia la vida. El saber que moriremos engendra malestar en el hombre, ira, angustia, miedo, irritación, todo este cúmulo de sensaciones genera el resentimiento contra los padres, que no puede desfogarse cabalmente, porque causaría muchísima angustia. Se trata, pues, de un resentimiento neurótico.
GQ: Pero yo tengo una pregunta: según usted, ese resentimiento contra los padres se desfoga en los políticos…
MM: Perdone que la interrumpa: no soy yo quien dice eso, sino el psiquiatra Rosenbaum.
GQ: Vale, según este psiquiatra, el resentimiento que se engendra contra los padres se desfoga hacia los políticos. Usted afirma que se intenta mermar el poder de los gobernantes por venganza contra los padres, sin embargo, el proceso es muy lento, ¿no cree? ¿No es tan violento, o sí?
MM: Convengamos en que la democracia es una venganza de ratones. El hombre es como una olla a presión, alberga mucho resentimiento contra los políticos (porque son sustitutos de los padres), pero también lo reprime, no obstante, de repente la olla a presión no aguanta más y estalla una revolución, como la francesa. Nos han contado la patraña de que los revolucionarios franceses lucharon por la igualdad, la fraternidad, la igualdad, pero esto es una tontería infantiloide para engañar a los críos, lo cierto es que lo que motivaba a los revolucionarios franceses era el resentimiento, la venganza contra los gobernantes aristocráticos que son sustitutos de los padres.
GQ: ¿Cómo se puede reprimir ese resentimiento? ¿Es inevitable que estalle la olla a presión?
MM: Yo creo que sí, que es inevitable que estalle. Siempre ha habido y siempre habrá revoluciones motivadas por el ansia de venganza, por ese resentimiento larvado que se acumula en el hombre desde que sabe que va a morir.
GQ: ¿La solución no es, pues, reprimir?
MM: No, pero tampoco es dejar que se manifiesta ese resentimiento abiertamente, como está ocurriendo ahora. Me parecen deplorables los comentarios de los antisistema, de los mamarrachos del 15M. No puedes dejar que un individuo exprese abiertamente su deseo de matar a un político, su deseo de guillotinarlo, como hizo uno de esos mamarrachos contra el ministro Gallardón. Un antisistema que ahora trabaja para el ayuntamiento de Madrid. La alcaldesa de Madrid tiene demencia senil.


domingo, 7 de febrero de 2016

ENTREVISTA REALIZADA A LA ESCRITORA MERCEDES MARTORELL (TERCERA PARTE)

GQ: ¿Usted siente que ese respeto absoluto se está perdiendo? ¿Lo achaca esto a la democracia?
MM: No es que yo lo sienta, es que se está dando. Sé de muchos casos de profesores de instituto que solicitan una baja por depresión debido a que son golpeados e insultados por sus alumnos. Me he enterado de madres solteras que tienen miedo de acudir a una comisaría para denunciar a sus hijos por violencia física. A esto hemos llegado, y no debemos mirar para otra parte, no debemos meter la cabeza dentro de la tierra, como hacen los avestruces. Esta pérdida de la falta de respeto hacia la autoridad está ocurriendo por culpa de la democracia.
GQ: Insisto en que son casos aislados, no todos los hijos golpean a sus padres, o a sus profesores. ¿Qué es lo que le parece usted tan alarmante?

MM: Que está ocurriendo, que están ocurriendo estos casos, que cada vez serán más. Detengamos a pensar en esto: hace sesenta años nuestros padres les tenía miedo a sus padres, a los yayos, a sus profesores, hoy en día algunos padres, algunos profesores, les tienen miedo a sus alumnos/hijos. ¿Qué ocurrirá dentro de veinte años, dentro de treinta, si la tendencia sigue como hasta ahora?
GQ: ¿Usted cree que la tendencia hacia el menoscabo de la autoridad continuará?
MM: Por supuesto que sí, es lo más alarmante. Imagine usted que dentro de veinte años, un profesor de instituto tenga miedo de conminar a uno de sus alumnos a que deje de esnifar cocaína dentro del salón de clase. El mundo se va a la mierda (con perdón). La culpa es de la democracia.
GQ: ¿Por qué está usted tan segura de que ocurrirá este futuro apocalíptico? ¿Por qué lo achaca a la democracia?
MM: ¡Porque ahora incluso los políticos propugnan porque el miedo cambie de bando!
GQ: ¿Se refiere usted a los dirigentes de Podemos?
MM: En efecto, a los adolescentes esos que dirigen el partido político denominado Podemos.
GQ: ¿Le parecen adolescentes los que dirigen Podemos? Yo los veo un poco más maduritos…
MM: Hoy parece que la adolescencia dura hasta los cuarenta años. O más, hace unos días escuché una entrevista a Felipe González, el ex presidente que debe tener unos sesenta años, pero tenía la impresión de que estaba escuchando a un chaval de quince…
GQ: En su libro, la protagonista, que es usted misma, afirma que los menores de cuarenta años no deberían tener derecho al voto, ni podrán beber alcohol, ni mirar pornografía. ¿Cree usted que algún partido político promueva sus ideas?
MM: No lo creo, sería un suicidio político. Ningún joven menor de cuarenta años votaría por ese partido.
GQ: Pero volviendo a la democracia, al problema grave que usted plantea, es decir, el menoscabo de la autoridad. Hemos convenido en que la democracia nos liberó de los abusos de poder, sin embargo, por lo que he leído de su libro, por lo que he escuchado y entendido en esta plática, tengo la impresión de que lo que usted quiere decirnos es que nos estamos pasando de la raya, que debe haber un respeto por la autoridad. ¿Pero dónde está el límite?
MM: Ha planteado usted la pregunta clave: el límite, ¿dónde está el límite? Yo considero que el límite está en el respeto por la autoridad, como el que nosotros teníamos hacia nuestros padres, hacia los profesores, hacia los políticos. Pero ya nos estamos pasando de la raya, por culpa del libertinaje de la oclocracia.
GQ: Dice usted que la oclocracia es el gobierno de la muchedumbre, ¿le parece usted que estamos viviendo un gobierno de la muchedumbre?
MM: Yo considero que sí. Estamos viviendo lo que Polibio llamó la oclocracia, el gobierno de la plebe. Se vota sin reflexión, se vota más por impulsos, más por rabia y por resentimiento que por una reflexión sesuda. Yo creo que ahora no hay partidos políticos, sino sectas. Sobre todo lo percibo más en la izquierda, que ha creado sectas, más que partidos políticos. 


miércoles, 27 de enero de 2016

ENTREVISTA REALIZADA A LA ESCRITORA MERCEDES MARTORELL (SEGUNDA PARTE)

GQ: ¿Cuáles son esos problemas tan graves?
MM: Por ejemplo, alumnos que insultan y golpean a sus maestros, hijos que insultan, desobedecen y llegan incluso a golpear a sus progenitores. Esto es muy preocupante, es alarmante, y es por culpa de la democracia.
GQ: Por supuesto que son preocupantes esos problemas, pero me parece que usted está exagerando. No todos los alumnos golpean a sus maestros, no todos los hijos golpean a sus padres.
MM: Pero tampoco son casos aislados. Ya están siendo bastante frecuentes, y yo creo que lo serán más.
GQ: ¿Por qué lo dice usted?

MM: El problema más alarmante es la tendencia, lo que ha ocurrido desde hace unos sesenta años, la pérdida absoluta de respeto por la autoridad que ha ocasionado la democracia. Nuestra generación le tenía un respeto absoluto a la autoridad, jamás nos pasaba siquiera por las mientes gritarles o insultar a nuestros padres, a nuestros profesores. Ahora está ocurriendo. El problema más grave, como digo, es la tendencia de los últimos años.
GQ: ¿Cuál es esa tendencia? ¿Nos la podría explicar más a fondo?
MM: Claro que sí. Mire usted, yo estoy cerca de cumplir cincuenta años, es decir, he vivido casi medio siglo. Y sé, por boca de mis padres, cómo vivían ellos cuando eran niños, es decir, hace sesenta años. En aquella época, durante la dictadura franquista, había un respeto infinito hacia la autoridad, había incluso miedo, mucho miedo. Mis padres me contaban que ellos les tenían miedo a sus padres, miedo a sus profesores.
GQ: ¿Usted aprueba que se le tenga miedo a la autoridad?
MM: ¡No, por supuesto que no! Yo estoy en contra de que la autoridad se ejerza a través del miedo, de ese miedo que paraliza, que más que miedo es pánico. Nuestros padres les tenían un pánico atroz a sus padres, a sus profesores.
GQ: Porque los padres y los profesores les golpeaban.
MM: Así ocurría, yo creo que a usted también se lo contaron sus padres. Yo desapruebo ese miedo, ese pánico, imagino a mis padres, siendo niños, sentados a la mesa, comiendo, casi sin poder respirar, teniendo que controlar todos los movimientos por miedo a enfadar a sus padres, no podían siquiera dirigirles la palabra. Si mi abuelo no le daba permiso a mi padre de hablar, él lo tenía prohibido. Tampoco podía levantarse de la mesa sin permiso del padre.
GQ: Eran tiempos muy autoritarios en los que los padres eran casi dictadores, o dictadores. Se abusaba del poder. ¿Estará usted de acuerdo conmigo en que la democracia nos ha liberado de esos abusos de poder tan autoritarios por parte de los gobernantes, de los padres?
MM: Sí, desde luego. Pero a qué precio, a cambio de qué. La democracia se instauró en España después de la muerte de Franco, y desde entonces, paulatinamente, se ha menoscabado tanto la autoridad que ahora estamos viviendo bajo un sistema de gobierno que yo denomino el libertinaje de la oclocracia.
GQ: ¿Puede explicarnos ese término?
MM: Sí, pero antes considero que es menester aclarar lo más alarmante que yo veo: la tendencia. Como hemos dicho, nuestros padres abrigaban mucho miedo hacia sus padres, hacia los profesores (quienes también abusaban del poder; mi padre me comentaba que les tenía mucho miedo a sus profesores, porque les golpeaban con una regla, con la tiza, etcétera). Huelga apuntar que yo desapruebo estos abusos de poder. No obstante, como usted bien dice, la democracia nos libera de esos abusos de poder, nuestra generación ya no abrigaba tanto miedo hacia las autoridades, hacia los padres, hacia los profesores, pero sí un respeto absoluto. (Ojo, yo considero que para que el respeto sea cabal, debe tener un poco de miedo.)